ENTREVISTA A MARÍA CARMEN GONZÁLEZ-BESADA FERNÁNDEZ (23 - noviembre - 2013)
por Marta Martín-Aragón y Mayte Villanueva
Carmen González-Besada es madrileña. Reside en Irlanda desde 1974, año en que se casó. La primera vez que visitó el país fue en 1972. Su ahora difunto marido era irlandés, concretamente del condado de Kerry, aunque han vivido siempre al norte de Dublín. --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Carmen, ¿qué te trajo exactamente a Irlanda?
“Pues Charlie (mi marido). Al ser irlandés y tener aquí su trabajo hizo que yo viniera. Yo trabajaba en el Servicio Internacional de Telefónica en Madrid y él en el Servicio Internacional de la Telefónica en Dublín. No teníamos líneas Madrid-Dublín. Era todo a través de Londres. Cuando empezaron la línea directa Madrid-Dublín, alguien tenía que probar la línea… entonces éramos él y yo probando la línea. Empezamos a hablar y nos hicimos amigos. Y un día me dijo que vendría con dos amigos a Madrid y me preguntó si podíamos conocernos. Yo le dije que sí”.
Así se conocieron por fin. Carmen dejó su trabajo y pidió una excedencia para venir a Irlanda.
“Nos casamos el 22 de marzo de 1974. Estuvimos un mes recorriendo España y en abril vine a Irlanda. Yo no sabía ni dónde estaba la casa ni cómo era porque de todo eso se encargó él”.
¿Te costó mucho adaptarte al país?
“Pues no me costó. No porque me hizo mucha ilusión. Cuando vinimos era primavera y tuvimos mucha surte, hacía buen tiempo. Me hacía mucha ilusión tener mi propia casa y su jardín. En Madrid evidentemente solo teníamos los dos balcones que daban a la calle y ver esos espacios verdes me gustó mucho”.
¿Sabías hablar inglés antes de llegar?
“Empecé a estudiar inglés en el colegio desde pequeña. Luego con mi trabajo utilicé mucho el inglés, en el Overseas Department.”
Lo que más le costó no fue el idioma, -aclara Carmen- sino el acento irlandés.
¿Pudiste trabajar en Irlanda?
“No trabajé en Irlanda hasta mucho después, cuando mis hijas ya fueron mayores. Primero, estuve cuidando de una niña. Después en el Dunnes Stores, durante doce años, hasta que me retiré hace tres”.
¿Cómo era la Irlanda de 1974? ¿Muy distinta?
“No se cómo explicarlo. La moda, las costumbres las encontré un poquito provincianas. Los hombres vestidos de marrón o azul marino. La gente muy agradable, eso sí.
Todo eran carreteras secundarias, quitando Dublín-Cork. Todos los veranos íbamos a Tralee en Kerry. Nos llevaba seis o siete horas llegar allí en coche. Ahora lo haces casi en tres horas.
En cuanto a las tiendas, solo estaban en el centro de Dublín. Estaba Switzers, que ahora es Brown Thomas, la más elegante. Clerys y Arnotts también estaban. Entonces en los barrios no había nada, había casas y alguna tiendecita pequeña de ultramarinos. Y no podía faltar el pub. Después empezaron los centros comerciales”.
¿Qué eventos o hechos destacarías durante tu estancia aquí?
“Yo vine aquí en abril del 74, y el 15 de mayo, día de San Isidro, pusieron bombas en el centro de Dublín. Hubo muchas víctimas. En mi casa mi madre, mi familia y amigos estaban preocupadísimos. Eso fue muy impactante. Luego siguieron los problemas en el Norte.
Lo que me hizo también mucha ilusión fue el nombramiento de la primera mujer presidente en Irlanda, Mary Robinson. Era una presidenta muy accesible. En mi caso, la vi tres veces, una de ellas en el colegio de secundaria donde fueron mis hijas, Grange Community College”.
En la década de los setenta, ¿cómo estaban las comunicaciones? ¿Cuánto costaba volar a España? ¿Y una llamada de teléfono?
“Para volar a España solo había un vuelo directo Madrid-Dublín. Era caro. No sé si eran 1800 pesetas. El primer vuelo que hice Madrid-Dublín iba medio vacío. Lo que más se veían eran curas y monjas.
Hablar por teléfono era muy caro. Creo que hablar tres minutos costaba 250 o 300 pesetas. Se mandaban cartas más que nada. Pero a veces hacías el sacrificio económico y una vez a la semana, yo, siendo hija única, tenía que llamar por teléfono a mi madre”.
¿Cómo era la colonia española en los setenta? ¿Sabrías aproximadamente cual era el número de españoles?
“Pues cuando vine aquí teníamos un carnet de residente. Creo que yo tengo el número ochenta y tantos. Éramos muy pocos. De aquella época sigo teniendo contacto con mis más antiguas amigas. Dos de ellas siguen aquí y otra pasa los inviernos en Málaga e iré ahora a visitarla. Otra se fue a Zaragoza y otra falleció desgraciadamente. Sigo conservando muy buenas amigas de aquella época”.
Tengo entendido que has conocido a algunas personalidades de nuestro país de la época. ¿Nos podrías hablar un poco sobre ello?
“Primero vino Miguel Boyer con Felipe González. Los dos fueron muy agradables hablando con la gente. Estuvieron en la embajada y como éramos menos podían invitarnos a estos eventos.
Vinieron también los Reyes, Don Juan Carlos y Doña Sofía a la embajada. Pude ver a la reina muy de cerca y le dije que tenía los ojos muy bonitos. Y me dio las gracias.
También íbamos a la fiesta nacional que celebraban en la embajada”.
En la era pre-internet, ¿te has sentido muy desconectada con las noticias y la política españolas? ¿Era difícil encontrar un periódico español en los setenta y ochenta?
“Iba muy frecuentemente a la embajada a pedir periódicos atrasados, a veces de una semana o diez días. El ABC o El PAÍS. Cogíamos los periódicos que dejaban allí en una mesita. Mi madre me mandaba revistas. Una amiga mía su marido tenía una radio fenomenal. Seguíamos las noticias ¡y hasta una novela!
Muy de tarde en tarde comprabas el ABC en la librería Easons, pero lo tenían a veces y era carísimo”.
¿Qué echas de menos de España?
“La luz. La luz y el idioma. Porque al fin y al cabo, por mucho tiempo que lleves aquí, me gusta expresarme libremente en mi propio idioma”.
¿Qué productos españoles había en el mercado irlandés?
“El vino, pero estaba carísimo. Había una tienda, que estaba en una bocacalle de Grafton Street que creo que todavía está, donde comprabas chorizo y jamón”.
Pero también Carmen se reunía con sus amigas muy a menudo para traer productos españoles de España y repartirlos entre ellas. Nos comenta también que no le costó adaptarse a la cocina y comida irlandesa.
“La carne en Irlanda es muy buena. Las salchichas están riquísimas”.
¿Qué consejos darías a los emigrantes recién llegados de nuestro país?
“Que estén abiertos. Que sean optimistas. Abiertos a la comida, al clima, al carácter. Que reconozcan que es otra cultura y aprendan un poco del país. No somos tan diferentes. Que vean lo que nos une, más que lo que nos separa”.
¿Te sientes después de tanto tiempo de alguna manera irlandesa?
“Sí. Es como tener dos mitades. Por un lado está la mitad española y por otro lado la mitad irlandesa. Ocurre poco a poco, gradualmente. Eres de donde has nacido, pero por costumbre o por lealtad el otro país también es importante para ti”.
¿Tienes pensado volver a España?
“No. De vacaciones, sí. Después de tantos años aquí ya tengo mi casa y a mis dos hijas. Y unos cuantos buenos amigos. De momento, no. Aunque me gustaría ir más a menudo y estar más tiempo. Pero de buenas a primeras, no. Estoy aquí muy bien”.
Y por último, ¿volverías a hacer lo mismo si volvieses al año 1974? ¿Hubieras venido a Irlanda a vivir?
“Hubiera hecho mucho más esfuerzo por habernos quedado en España. Pero en ese momento es lo quería hacer. No me arrepiento”.
Muchas gracias Carmen, ha sido todo un placer contar con tu testimonio.